domingo, 4 de marzo de 2012

General

 "El que hace es incómodo para el que no hace"
 "... nadie que no paga por lo que recibe desarrolla responsabilidad por sus actos."
" Su intención de hacer lo que tenía que hacer, al margen de la popularidad de la decisión"








¿QUÉ CONVIRTIÓ A LA THATCHER EN LA THATCHER?

El valor de hacer lo que se tiene que hacer

Por: Alfredo Bullard Abogado
Sábado 3 de Marzo del 2012
Meryl Streep es quizás la mejor actriz de la historia del cine. Ningún actor o actriz ha tenido la capacidad de representar tantos roles distintos con tanta versatilidad y solvencia.
Nadie mejor para representar a Margaret Thatcher. Pocos políticos han tenido tanta capacidad de influir la historia. Solo una gran actriz puede representar a un personaje tan trascendente.
Cinematográficamente la película “La Dama de Hierro” es una buena película que (salvo la actuación de Streep y el maquillaje) no tiene nada excepcional. Pero sí nos cuenta una historia excepcional.
¿Qué convirtió a la Thatcher en la Thatcher? Simplemente se dedicó a hacer lo que tenía que hacer.
La política es el reino de la ambigüedad. Es como jugar al póker. Blufear es el arma principal. El gesto contradice la intención. Se debe decir una cosa y hacer precisamente la contraria. Es un juego de segundas intenciones, donde rodear los problemas es la estrategia de supervivencia. La regla es no hacer, pareciendo que se hace. Un pasito para adelante, dos pasitos para atrás.
La primera ministra británica hizo exactamente lo contrario.
Romper los privilegios es difícil. Más difícil si los privilegios están disfrazados de derechos sociales, como los de los sindicatos. Pero había que hacerlo.
Privatizar y desregular un país con una economía del bienestar sustentada en la hipocresía de liquidar nuestro futuro para vivir un presente artificial, es tan difícil como convencer a un niño que soporte sin llorar el pinchazo de una inyección argumentando que no se enfermará más tarde. Pero había que hacerlo.
Tener una política clara para derrumbar el muro de Berlín, poniendo fin al comunismo parecía imposible en los 80. Pero había que hacerlo.
La película muestra eso: a alguien que hace. Para Thatcher no hay convicción sin acción. Principios sin práctica son ideología barata. Decisiones tomadas para no cumplirse son la forma como los políticos nos mienten y se mienten a sí mismos.
Y por sobre todo, muestra consistencia. Eso que los Garcías, los Fujimoris, los Toledos o los Humalas no tienen. Muestra esa capacidad para que una acción no sea seguida al instante siguiente por su antípoda.
Por supuesto que las personas que hacen en un mundo en que se acostumbra no hacer son amadas u odiadas. Y ella no es una excepción.
El que hace es incómodo para el que no hace. Por eso la película (y su vida política) tenía que terminar como terminó. Quizás la escena más impactante es cuando Margaret Thatcher propone implementar un poll tax (denominado community charge), un impuesto en el que todos, ricos y pobres, tienen que pagar el mismo monto. Y lo hace enunciando, de manera práctica un principio moral: nadie que no paga por lo que recibe desarrolla responsabilidad por sus actos. Finalmente es fácil votar por un gobierno populista si no tengo que pagar por los privilegios que reparte, pero recibo los beneficios de la repartija.
Su intención de hacer lo que tenía que hacer, al margen de la popularidad de la decisión, le costó el gobierno.
Pero ser coherente rinde frutos. Hoy sabemos que su terquedad generó desarrollo y bienestar real (sin ficción populista) a Gran Bretaña. Su resistencia a adoptar el euro (como se ve en la película) salvó a los británicos de pagar las farras griegas, portuguesas y españolas, algo de lo que no se pudieron librar sus pares alemanes y franceses.
Así que cuando use el término “Thatcher” de manera peyorativa para referirse a una persona de actitud autoritaria y mandona, tenga cuidado. No vaya a ser que en realidad esté dejando traslucir que usted carece de la virtud de hacer lo que debe hacerse.

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